Ahora que es marzo y a mi pesar debo volver a este espantoso lugar, he tomado la decisión de escribir sobre él antes de que el tiempo (que es un bien preciado) se vuelva escaso en mi vida de Dora.
A decir verdad, hubo un tiempo años atrás en que amaba el colegio, pero cuando cumplí nueve años ese amor pasó a ser una mezcla entre odio y miedo, y esa sensación sólo se acabo el año pasado cuando repetí.
Honestamente no soy la única, incluso estando en cuarto medio basta con que suene la campana para que todos salgan corriendo como si el lugar estuviera embrujado.
Y hay características específicas de el colegio en el que estoy que lo convierten en un lugar incómodo.
Para empezar está sobrepoblado y los niños pequeños tienen una extraña manía de chocar contigo (específicamente con tu trasero) adonde sea que vayas, y no sólo les basta con correr sino que tienen que gritar como chancho en matadero para que uno pueda sentir su ataque a metros de distancia.
Después vienen los profesores, los profesores son seres especiales, no todos, pero un importante porcentaje de ellos, les gusta imponer dentro del colegio reglas falsas que jamás han sido ni serán escritas en el reglamento y se esmeran en divulgar, para que sus pares los imiten.
Este recurrente tipo de profesor tiene también una intrínseca incapacidad para escuchar a sus pupilos sin importar la relevancia de las peticiones o problemas de estos.
Y como factor determinante están los alumnos, prsonalmente no sé si es un hábito de las clases más altas andar por la vida tratando mal al que se te cruce por delante, pero en mi colegio es como un deporte en el que la mayoría son profesionales.
En mi colegio hay una jerarquía inalterable, la cual un día me daré el lujo de graficar para la total comprensión de mis lectores. Los estamentos son los siguientes: en la punta de la pirámide están los jugadores de volley, después vienen los amigos de los jugadores, las víboras y l@s promiscu@s, luego vienen los normales, más abajo los invisibles y finalmente los diferentes (o perkines como los llaman los volleybolistas).
Los volleybolistas del género masculino pertenecen a una raza de individuos subdesarrolados similares a los protosimios, un importante porcentaje de ellos rinde pobremente en el ámbito académico y los que rinden bien carecen de modales, también desconocen por completo la existencia de un sector del baño llamado ducha y por consiguiente puedes reconocerlos a ojos cerrados y a distancia después de cada partido (eventos que por casualidad son bastante frecuentes), las mujeres volleybolistas son mucho más civilizadas, la mayoría de ellas rinde particularmente bien en el ámbito académico, conocen los modales y la mayoría de ellas conoce las duchas, los jabones, el desodorante y los buenos perfumes, y tienden a tener una mayor conciencia del otro que sus pares masculinos sin ser del todo buenas personas, tienen también un amplio conocimiento del concepto "inexactitud terminológica y manipulación".
Es evidente que hay excepciones muy agradables en este grupo de individuos, pero esta descripción es un referente a una mayoría considerable.
Después vienen los amigos de estos seres que sin ser deportstas se asimilan a estos tanto en conducta como en higiene. Tanto volleybolistas como no-volleybolistas del género masculino tienen la desagradable costumbre de escupir sus desechos nasales por la boca utilizando a humanos como blancos (entre otras multiples cosas y seres).
En un estamento inferior vienen los normales y los invisbles que están más bien entremezclados, son personas civilizadas, tranquilas y educadas, que al no poseer un desmesurado interés por llamar la atención han pasado desapercibidos por años.
Y en el último estamento están los diferentes que sin siquiera intentarlo llaman la atención, ya sea por como visten, por como hablan o por sus intereses. En este país donde todos quieren ser iguales basta con verse levemente diferente para ser el blanco de críticas de todo el que te vea, si lo que te hace llamar la atención no es tu ropa, entonces es lo que haces; si lees mucho eres un nerd, si te ríes mucho eres tonto, si te dedicas de manera muy apasionada a un deporte que no sea volleyball eres raro, si no te emborrachas de manera continua en las fiestas eres un freak, si te ríes poco eres fome, si no eres suelta eres fea y así continúa la enorme lista de prejuicios que los constituyentes de los dos primeros estamentos han creado para hacerse sentir superiores, sin necesariamente serlo.
En el caso de que seas un perkin, despierta, no lo eres, además qué clase de palabra es esa, en toda mi corta vida pocas veces he escuchado un insulto más ridículo que ese, sobre todo por el hecho de que las personas quelo utilizan desconocen totalmente su proveniencia, es como si un día viera un programa y saliera un asopao llamado Arnulfo y decidiera que debo insultar a la gente utilizando ese nombre.
Puede ser que me digan loser o perkin, pero sé que cuando salga de ahí voy a brillar y también sé que ni ahora ni nunca me podrán pasar por encima, sé que soy bonita y ya no importa cuantas veces me digan fea, me rebota, porque sé que son más feos que yo en todos los sentidos, sé que tengo más talento, sé que soy más original, sé que soy diferente, py también sé que por todo eso voy a brillar como ninguno de ellos lo hará cuando pise la vereda afuera de ese lugar para no volver.
Un aplauso para todas las personas que se atreven a marcar la diferencia.
sábado, 5 de marzo de 2011
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